
Yo siempre he pensado que el alma es algo así como una mariposita y que cuando el cuerpo muere, ésta, libre ya de la cárcel que la ha tenido aprisionada, sale volando convertida en mariposa en busca de la luz que a de llevarla por el camino desconocido del más allá.
Sin duda por eso, una noche tuve un sueño muy extraño. Soñé que me había muerto y que mi alma, ya transformada en mariposa, había salido volando en busca de Dios.
Cuando más alegre volaba hacia lo ininito, descubrí a lo lejos algo muy extraño, un gigante espantoso con tres orejas en lugar de dos y un ojo colorado en media frente; estaba con una gran bolsa de cazar mariposas atrapando a las pobrecitas que no habían podido librarse de tan terrible cacería. Me paré en una ramita y desde ahí pude ver la suerte que corrían las infelices. Les estripaba la cabeza y luego las dejaba caer en un inmenso hueco que había en las profundidades de la tierra.
Me quedé inmóvil, ain saber que hacer, cuando vi que venía hacia mí una mariposita blanca , toda temblorosa. Por milagro de Dios había escapado de caer en la bolsa del gigante. Al llegar a mi lado, cayó desmayada. Reaccioné de inmediato: ya me sentí yo responsable de aquella mariposita que había buscado mi amparo. Sin duda como me vió más grande se creyó protegida a mi lado. Por obra de Dios seguramente, yo me había trasformado en una mariposa grande y he debido escoger, porque no me trasformé en una de esas mariposas negras que se meten a las casas y dan miedo; no, yo era un hermoso colipate tornasolado.
En el apuro en que me encontraba, muerta de miedo, invoqué en mi ayuda a todos los santos del cielo y por gran dicha, los santos me oyeron. Inmediatamente, como por obra de magia, se desató un aguacero torrencial con rayos y truenos. Lo primero que se logró fue que se le arruinara la bolsa al gigante, porque la tela se le pagaba por los lados. Después, un rayo certero acabó con la vida de aquel monstruo.
En ese instante, la lluvia dejó de caer y el cielo quedó azul y despejado. Era el momento de reanudar el vuelo, pero cómo, con aquella mariposa desmayada?. Traté de reanimarla, pero en vano, ¿qué hacer entonces? –No podía llevarla conmigo, ni tenía el valor de dejarla abandonada!-En eso estaba, cuando de pronto distinguí a lo lejos algo que venía volando desde el cielo. Cuando estuve más cerca, vi que esa una cigüeña y volaba con dificultad, porque traía, por lo visto, una gran carga. –“Deben ser gemelos”-pensé. Luego noté con asombro que la cigüeña venía hablando sola y pude escuchar que decía:
-“El machito es para Mr.Smith, en Golfito, el chinito para Mr.Chan-Chun-Chin, también en Golfito y el negrito para Mista Johnson en Limón”-.
-“Que barbaridad!”-, pensé; tres chiquitos en un solo viaje!”- Y movida por la curiosidad me acerqué a la cigüeña y le pedí que me diera permiso para verlos. –Ella consintió, siempre que lo hiciera rápido pues llevaba dos horas de retraso. “-Seguro”- , le dije-“ Me asomé a la bolsa, -“Que lindos eran!, el negrito brillante, parecía recién embetunado, el chinito, con dos zanjitas en vez de ojos y la coca pelona con cuatro pelos parados en la coronilla y el machito, blanco y lindo con sus ojitos azules que cerró enseguida al ver la luz. Aproveché para contarle a la cigüeña mi problema y ella prometió ayudarme a su regreso llevándose la mariposita desmayada.
De pronto, llamó mi atención una tira colorada que llevaba la cigüeña en una pata, -“Señora Cigüeña, le pregunté:
-“Por qué lleva esa tira dolorada en la pata?”-
-¡Ay de mí”- exclamó la pobre dando un grito. “con lo que lo advirtió nuestro Señor: “qué voy a hacer si por estar hablando se me ha olvidado la lección”-.
-Cuál lección?, -le pregunté, pero ya la cigüeña había reaudado el vuelo y solo llegaron a mis oídos estas palabras:
-El negrito es para don Chan Chun Chin en Golfito”-
Duré solo unos segundos para ordenar mis ideas y darme cuenta de que , por mi culpa, la pobre cigüeña iba a cometer una terrible equivocación. –“Señora Cigüeña”!, grité con toda la fuerza de mis pulmones, pero mi grito no llegó a sus oídos, ya estaba demasiado largo.
-“Dios Santo, exclamé, que no le pase nada a la cigüeña”-
Siguió un largo silencio, solo interrumpido por el canto de las chicharras que abundaban en aquel lugar. Quise dormir para que el tiempo no se me hiciera demasiado largo, pero fue imposible. No podía conciliar el sueño. Pasaron largas horas, cuando de pronto: -¡”Pun!, un ruido metálico llegó claramente a mis oídos.
-Que podía ser aquel sonido que sin quererlo yo lo comparaba con el que hace una escopeta al dispararse?
–Oh Dios, volví a exclamar, apiádate Señor de la cigüeña!”. En vano trataba de quitarme de la mente tan terrible duda y cuando ya empezaba a tranquilizarme, ¡Pun!”- volvió a repetirse el mismo ruido. –No por Dios, exclamé, me vuelvo loca, que podrá estar pasando a ese pobre animalito que no hace otra cosa que cumplir las óprdenes que le da el Señor’, si se ha equivocado yo soy la única culplable, claro, yo no sabía que tenía tan mala memoria la pobrecita!”- “Pero, por qué pienso lo peor?”- -Tal vez no son tiros de escopeta los que he oído, también es posible que le hayan disparado a otro animal, a un tigre, por ejemplo”. Estaba en esas conjeturas cuando un tercer Pun!, resonó con fuerza en el espacio y terminé por completo con mis esperanzas, .”ya mataron a la cigüeña”- dije con desaliento, “y por mi culpa”.-
Peso estaba equivcada, porque pasados unos minutos que se me hicieron horas, la distinguí a lo lejos; venía volando hacia donde yo me encontraba, con un vuelo irregular no acostumbrado, traía las plumas erizadas del susto y el pico blanco blanco. Llegó donde yo estaba y solo dijo estas palabras:
“-Los tres maridos tiraron a matarme”- y cayó desmayada junto a mí.
-Gracias a Dios!”, exclamé más tranquila.
Pero como pasaba el tiempo y el son empezaba a ocultarse y la cigüeña no daba señales de vida, empecé a preocuparme de nuevo.
“-Se habría muerto?, pensé. No, no puede ser, es un desmayo solamente, el susto que se llevó fue muy grande”.- Tal vez, mojándome las alas en aquel manantial que se ve cerca y rociándole la cara puedo reanimarla, pensé, y seguramente uní la acción a la palabra porque es ese moemnto sentí un frío espantozo, abrí mis ojos (no los del colipato) y me encontré en mi cama, bañada de arriba abajo con el agua que en un vaso acostrumbro dejar siempre en mi mesita de noche, como les dije al principio, estaba soñando.
Moraleja
Los mandatos del Señor
no debemos olvidar;
así lo de la cigüeña
nunca nos puede pasar.